Aconteceres editoriales en Cancún tras el paso del huracán Wilma
De pronto nos quejamos bastante por percibir a Cancún como un desierto cultural. No sé usted. Mientras unos sufren un hueco, hay quienes trabajan por llenarlo y los hay también que no se preocupan con estas divagaciones. Pero hablar de un desierto cultural, es decir, la validez de esta apreciación, dependerá de nuestra idea de lo que significa cultura. Algunos piensan que cultura es sinónimo de educación, otros que es sinónimo de arte, otros más, que cultura son todas las manifestaciones humanas. Total, es un tema que da para cualquier cantidad de debates y artículos. Así que descarto entrar aquí en la discusión de un concepto que yo, por lo pronto, considero ser muy incluyente y tan vasto como el horizonte.
Opino que no es cierto que padecemos “falta de cultura”. Lo real (y no es lo mismo) es que faltan instalaciones culturales. Nuestra ciudad, entonces si, al compararla con Guadalajara, Colima, Zacatecas, y la misma Chetumal, se mira desolada. No hay una sala de conciertos, y un inventario de nuestras instalaciones museísticas se concluye de un plumazo: Antes existían el Museo Arqueológico de Cancún y el pequeño Museo de Artes Populares, que se encuentra en el Embarcadero. Ni hablar de un museo de arte contemporáneo. Pero Wilma nos ha dejado sin el Museo del INAH, o sea, de los dos con que contábamos ya sólo queda uno, uno, uno.
Encuentro desolador contar con tan pocos sitios para disfrutar del arte, a no ser el arte prehispánico. En ese rubro, está claro que nos pintamos solos porque la riqueza en zonas arqueológicas que tiene la entidad es una invitación para transportarse a las cercanías y salir de lo cotidiano. Para alternar el privilegio de nuestras playas con un viaje al pasado. Pero, nos hace falta el Museo donde se exhiban las piezas.
En Semana Santa, mientras los citadinos aprovechan para divertirse aquí, gozar de nuestro cielo y zambullirse en el Caribe, yo resolví escaparme a pasear por la Ciudad de México y saciar mi sed de museos. Visité cuatro. Me llenaron de alegría el espíritu. Pero no todo mundo puede darse estas escapadas a ver museos y tampoco, es lo más probable, sea del interés de muchos. Si quienes han nacido en este bello polo turístico no se han visto expuestos en su entorno con instalaciones culturales, y no viajan, simplemente no se les ha sembrado la inquietud.
Lo mismo ocurre con los libros que, para los menos, son el mejor amigo. Pero, dígame usted, ¿Cuántas bibliotecas hay en Cancún? Tampoco nos distinguimos por ser un emporio editorial. Contamos con varias imprentas de calidad pero no somos, que digamos, grandes productores de libros. Por eso celebro que el primer semestre del 2006 fuera testigo de dos aconteceres en materia editorial en Cancún. Me refiero a dos entregas gestadas aquí, una de ellas impresa en Ciudad de México, la otra en Cancún. Ambas publicaciones tienen como destinatario al recién llegado, al arraigado y al visitante porque el protagonista de estos libros es Cancún. Por lo mismo, ambos constituyen un buen obsequio que podemos darnos. Nos resuelven el problema cuando buscamos un buen regalo que sea cancunense y muy bello, cuando viajamos a otro lado, o cuando nos visitan amigos de México y de otras partes del mundo, amigos que incluso no compartan nuestra lengua, pues la edición de ambos títulos es bilingüe.
David Cobar, el editor de Cancún está de pie, relataen su introducción : “Pasado el huracán todo era desolación, pero existía la esperanza. Tenía ante mí un mundo dantesco, imperio de destrucción y soledad. Todo me hablaba de dolor, el mío y el de los otros; me preocupaban el futuro y presente de la ciudad y de su gente. Fue en ese momento cuando vino la idea de lo que anhelaba hacer por Cancún: Escribir un libro…”
Entonces se dio a la tarea de seleccionar de entre miles de fotografías que había tomado el fotógrafo Michael Maurus aquéllas que darían cuerpo al libro. En estas fotos, aunadas a sus propias vivencias, se inspiró la escritora Pepita Ramos para realizar los textos, que son singularmente poéticos. De manera que el lenguaje escrito y el fotográfico se conjugan mediante el diseño de Katya Villarreal, con el fin de recrear una historia donde el personaje principal es Cancún, quien transita “de la devastación a la reconstrucción, para finalmente renacer como el ave fénix, no del fuego, sino de sus escombros. Fortalecido y orgulloso…”.
Aparte de ser atractiva visualmente, y de leerse con placer, quizás lo más importante de esta publicación es que contamos con la memoria de lo vivido cuando entraron los vientos huracanados a este paraíso. De todo ese proceso, de los momentos de expectación, miedo, angustia, trauma, y el ánimo de reconstruir nuestro mundo.
El otro volumen se llama Cancún Art. Es la primera antología plástica de Cancún y alrededores, un esfuerzo sensacional del empresario Antonio Zúñiga que contó con la plena dedicación de la diseñadora Leticia Cabrera. La publicación estaba planeada para la primera quincena de diciembre, de manera que muchos la esperábamos con emoción, incluidos por supuesto los 41 artistas que figuran ahí, porque teníamos contemplado este libro para regalo. Con lo que nadie contaba era (en palabras de Esteban Torrres) “que Wilma tiraría el caballete con todo y obras, dejando medio descoloridos a los patrocinadores.” La publicación es tan actual que podremos obsequiarla (ahora si) en Navidad, con la ventaja de que podemos ordenar al editor que nos personalice los ejemplares.
En su introducción, Zúñiga comenta que Cancún nació de un sueño de banqueros con la idea de captar divisas para el país, y generar empleos. Que hoy día este sueño ha sido rebasado, pues Cancún y la Riviera Maya se han convertido —más allá de gran éxito de la industria sin chimeneas— en comunidades pluriculturales con interesantes características propias. De todo México y de un centenar de países del mundo han llegado a lo largo de estos años personas de gran sensibilidad y también, en algunos casos, con un buen bagaje cultural y artístico. Por ello, el editor se propuso dar a conocer la propuesta de los artistas que trabajan aquí, inspirados en la belleza natural y la cultura nuestra para fundirla en un crisol creativo con sus vivencias de origen.
Este primer volumen reúne, si no a todos los artistas plásticos de la zona, si una serie de propuestas con estilos, calidad y temática bastante diversos. De cada artista aparecen publicadas varias obras, acompañadas de una semblanza o una crítica. La idea es editar cada año un nuevo libro para dar cabida a los pinceles y cinceles que por alguna razón no aparecen en este bien logrado compendio. Lo más destacable es la intención de que Cancún y la Riviera Maya no sólo sean conocidos como un destino turístico famoso en todo el mundo, sino también como un lugar de artistas que está forjando una identidad cultural propia.