Cancún cumple 52 años: Reflexiones sobre su desarrollo urbano.

Si bien el Cancún moderno nació oficialmente el 10 de agosto del 71 —cuando el gobierno federal registró su fundación mediante un Decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación— su cumpleaños se festeja el 20 de abril.

Así se decidió un día en sesión de Cabildo en atención a que algunos pioneros recuerdan que en esa fecha del año 1970 llegaron las primeras maquinarias a Punta Sam, y con ellas se iniciaron en forma los trabajos que unos meses antes empezaron a machete limpio…

¿Cómo se gestó el proyecto?

Cualquier visitante se queda azorado cuando se le platica que hace apenas medio siglo Cancún era una isla donde un puñado de personas vivía de la pesca y cuidaba cocotales sembrados en una duna en forma de siete, con algunos tramos apenas de 20 m de ancho, y separada de tierra firme por dos estrechos canales que conectaban al mar con un amplio sistema lagunar. Aquella fina arena completamente blanca bañada por aguas cristalinas y templadas, y la tierra contigua tan verde, de manglares y selva, se ubicaban en un punto lejano del territorio también lejano, todavía bastante inexplorado e insalubre de Quintana Roo. A nuestro actual estado se le consideraba entonces como un recurso del futuro al cual no se veía bien a bien cómo sacar del estancamiento económico. Según recomendaciones del Banco Mundial, Cancún se prestaba bien para un proyecto ganadero y agrícola, no turístico (FONATUR, 2010: 35). 

Por esos años, en el centro del país se buscaban alternativas para no depender tanto de las entradas por concepto del petróleo. Y qué bueno que desestimaron la sugerencia de convertirnos en potencia agropecuaria al decidir que el turismo podría ser la clave, y se dieron a la tarea de buscar lugares en toda la geografía nacional desde donde promover esta actividad. Después de sobrevolar durante años el país entero y de hacer estudios de diversa índole, llegaron a la conclusión de que Cancún, entre otros cinco lugares más, resultaba perfecto para detonar el desarrollo turístico. Entonces, en 1969, se creó INFRATUR (más adelante FONATUR), el órgano del gobierno federal que se encargaría de llevar a cabo la misión de crear estos polos de desarrollo.

No había entonces ningún antecedente en el mundo de un polo turístico desarrollado en un sitio donde no existiera una población ni mucho menos, infraestructura. Pero se la rifaron, con talento, entusiasmo, trabajo, un crédito del BID y, por momentos, temores de que el proyecto no cuajara. El Cancún moderno surgió “de cero”, como se dice.

La cuna del Cancún moderno es pues esa maravillosa isla con forma de siete, conformada por una duna de fina arena blanca, y bañada por un mar simplemente espectacular, a la que le detectaron un enorme potencial para crear un polo de desarrollo turístico. Y la ciudad, parte integral del exitosísimo Proyecto Cancún, tuvo como cuna el verde de la selva.

Nuestra Zona Fundacional.

El Plan Director de Cancún, Un Desarrollo Turístico en la Costa Turquesa de 1982 publicado por FONATUR es el primer documento que plasma la esencia del proyecto urbanístico. No tiene el formato característico de un plan director publicado en el diario oficial, ni tampoco se encuentra en el diario oficial. El Plan 1982 está impreso a color, intercala en el texto múltiples gráficas y planos explicativos para la urbanización de la zona que, en tierra firme, habría de alojar a la llamada “población de apoyo”.

En el mapa de la primera etapa (FONATUR, 1982: 72) de la Ciudad —que corresponde al hoy relativamente pequeño segmento que llamamos “zona fundacional”— enseguida salta a la vista su traza muy especial. Es una reinterpretación de la Ciudad Jardín, que consiste en una agrupación de varias manzanas de uso primordialmente habitacional alrededor de un corazón verde formado por parques urbanos y con corredores peatonales, integrando así súpermanzanas. Estas últimas se conciben como unidades autosuficientes en comercio, educación, recreación; además, al contar con andadores peatonales y estar comunicadas entre sí por avenidas dotadas de amplios camellones verdes, invitan a caminar la ciudad.

1a. etapa de desarrollo de la zona urbana (FONATUR,1982: 72)

Nada que ver con una ciudad colonial. No hubo necesidad, por cierto, de plantar una iglesia frente a un nuestro Palacio Municipal, por la sencilla razón de que México es un país laico y que Cancún es una ciudad diseñada, no atendiendo lineamientos de la Corona Española, sino una ciudad moderna de la segunda mitad del siglo XX, concebida por mexicanos. Lo lógico era separar el poder civil del eclesiástico, máxime en una ciudad que sería la cabecera de un municipio que se llamaría Benito Juárez.

En el mismo mapa de 1982 se puede apreciar que al norte de la Av. Chichén Itzá, fuera de la jurisdicción de FONATUR, se encuentra la Colonia Puerto Juárez, desarrollada con una conformación espacial de manzanas rectangulares de uso habitacional de alta densidad, que plantea por supuesto otro tipo de circulaciones y de ubicación de usos de suelo.    

Tanto en el mapa que muestro primero como en el plano de ampliación de la zona urbana (FONATUR, 1982: 97), se observan dos generosos triángulos verdes, tan grandes que incluso parecen tocarse aunque los separa la Av. Rodrigo Gómez, conocida como Av. Kabah. Es que se contemplaba dotar a la ciudad de abundantes y amplios espacios verdes.  En uno de los triángulos se encuentra la Smza. 21, con sus áreas e instalaciones de deporte, cultura y recreación. El otro corresponde al área destinada al parque Kabah… 

Ampliación de la zona urbana (FONATUR, 1982: 97)

Pero sucedió que los triángulos se encogieron… El de la reserva del actual parque Kabah perdió más de 27 hectáreas porque después las mercaron. Surgieron los fraccionamientos ubicados entre la Av. La Luna y el actual predio del parque. ¿Cómo así? Bueno, es que hay un tema de la geometría llamado «triángulos semejantes», y entonces a simple vista no fue obvio en los planos. El nuevo triángulo aparece en el Plan de Desarrollo Urbano de 1993 con 60% de la superficie de su semejante. El otro 40% de la reserva se perdió para la comunidad en aras de la comercialización.

Lo anterior puso en alerta a quienes deseaban que la ciudad se siguiera desarrollando con alguna fidelidad a su espíritu original, pero que se percataban también que a la sombra del éxito de Cancún, la mancha urbana crecía caótica y se devoraba a la selva. Se propagaban nuevas colonias urbanas y suburbanas, surgía una franja de asentamientos irregulares a raíz de invasiones de tierras, todo ello con características de marginación extrema, o sea, inseguridad, pobreza, y, sobre todo, carencia de infraestructura, servicios públicos y espacios que nos hablaran de una ciudad sana. 

Por lo mismo, un predio situado en el entonces centro geométrico de la ciudad, y que había permanecido por azares del destino al margen de la urbanización desmedida, acaparó su atención. Me refiero al Ombligo Verde.

Dos supermanzanas conforman el predio: la 33 y la 34. La primera, de aprox. 4 ha., figuraba en el Plan de Desarrollo Urbano de 1993 como área destinada a educación y cultura, recreación, salud y espacios abiertos. La segunda, con superficie semejante a la anterior, no tenía declaratoria de usos y destinos, y, como la primera, era una reserva de FONATUR. Hubo intentos de edificar ahí una subestación eléctrica, luego una catedral, después la terminal de autobuses pero la ciudadanía salía en defensa del predio. En 1997, el Instituto Nacional de Ecología nos respondió a un escrito en el cual 1,400 habitantes solicitaban que las 8 ha. se destinaran a PARQUE. La recomendación del Instituto Nacional de Ecología fue que el municipio las decretara parque urbano.  FONATUR, por su parte, elaboró un precioso anteproyecto arquitectónico para el parque. Pero en el año 2000, al municipalizarse el predio, resultó que la iglesia católica se instaló ahí, ocupando la cuarta parte del Ombligo Verde.

Vista de la Zona Fundacional con el Ombligo Verde en primer plano. Foto: Tulio Arroyo Marroquín (2008)

En vano han sido las gestiones para sacar de este espacio a la iglesia, a pesar de haberle ganado la batalla legal. Sin embargo, en el Plan de Desarrollo Urbano de 2005, el resto del Ombligo Verde ya apareció con uso de suelo de PARQUE, gracias a la defensa y las gestiones ciudadanas.

 El siguiente embate sobre el Ombligo Verde se dejó venir en 2009, cuando la autoridad municipal del momento inventó su proyecto de Plaza Bicentenario, queriendo así devolvernos de golpe al siglo XVI. Inspirada la autoridad por la peregrina idea de emplazar ahí una plaza que conjuntara un nuevo Palacio Municipal con la catedral, y contar con un enorme estacionamiento subterráneo, procedió a arrasar con la vegetación de la mitad del parque y taladrar el suelo.

Triunfaron la lucha y la razón. En agosto de 2012 darían inicio las jornadas de reforestación de la zona impactada y dos meses más tarde se celebraría una histórica sesión de cabildo en el Ombligo Verde, declarándolo la 1ª Zona de Preservación Ecológica Municipal.

Los “no considerados”.

La ciudad originalmente planeada se caracterizaba por su habitabilidad. Con sus abundantes áreas verdes, densidad media, usos mixtos con proximidad a los servicios y equipamientos, una bien podía desplazarse caminándola o mediante transporte público que, por esos años, era digno. El diseño de Cancún propiciaba la convivencia entre migrantes que llegaban de todos lados. El sello de este “pueblo de apoyo” fue de equidad e inclusión pero… sólo para quienes laboraban en el sector turismo.

El problema fue los “no considerados”, es decir, los trabajadores de la construcción y la población sin mayor preparación que vino en búsqueda de una oportunidad de trabajo y desarrollo. Estos grupos realizaron los primeros asentamientos irregulares.

A partir de ese momento —o sea, desde el principio— el ciclo de informalidad vino a dominar el panorama.  Los invasores son generalmente inmigrantes, pobres, que buscan dónde asentarse. Pero también los hay de clase media baja, revendedores, quienes toman uno o varios terrenos, que conforman un amplio cinturón de miseria. Los jefes de familia tienden a ser albañiles o desempleados con estudios precarios, cuando mucho primaria. Este perfil de población encuentra mucho aprecio en los políticos, que les intercambian terrenos —o promesas de— por votos.

Las invasiones no sólo sirven para satisfacer necesidades sociales, sino también para aumentar el jugoso patrimonio de los dirigentes invasores. Quienes, desamparados, buscan dónde asentarse, se acercan a las organizaciones políticas y a las especializadas en invasiones que les proponen ocupar ilegalmente un predio.

Un problema adicional es que los invasores no tienen capacidad para comprar un terreno y construir. O hacen una cosa o hacen la otra. Parques no están contemplados. Obviamente, estas personas tampoco cuentan con servicios públicos básicos, como drenaje, agua potable, electricidad. Después de algunos años, el gobierno municipal se ve obligado a llevarles estos servicios públicos. Lo que más tarda en llegar a estas comunidades, es transporte urbano medianamente digno, ya que el mismo está concesionado a empresas privadas que no las incluirán en sus rutas mientras no les represente un negocio jugoso. Y la situación de inseguridad que viven estas familias no tiene de otra sino ser galopante.

Si las invasiones antes eran graves por arrasar con la selva, ahora son más preocupantes porque se han extendido hasta abarcar la zona de pozos. Es decir, a contaminar el agua que bebemos. Las autoridades federales, estatales y municipales no cumplen con su obligación de meter orden; les tienen miedo a estos invasores porque son votos. Pero si el gobierno del estado no proporciona terrenos a las personas necesitadas, no debe sorprendernos que las invasiones continúen.

¿Cómo está configurada hoy la mancha urbana?

En los albores de Cancún, las residencias de alto status se concentraban en el centro de la ciudad y la zona hotelera. Las menos cotizadas, en la periferia. Actualmente, parte de las personas con mayores recursos financieros prefiere alejarse del centro y del ruido, eligiendo lugares con ciertas características topográficas y exclusivas. Las personas con menos recursos continúan asentándose en lugares que encuentran, en las afueras y donde el valor del suelo es bajo; por lo que se entiende que ambas clases conviven en espacios cercanos pero totalmente separados unos de otros.

Las áreas urbanas residenciales cerradas, donde el espacio público ha sido privatizado por los residentes, a fin de mantener a las personas ‘no deseadas’ fuera del perímetro del conjunto residencial, no nos ayudan a “hacer ciudad”. Sin embargo, desde una mirada como cancunense, nos hemos acostumbrado a vivir y desarrollarnos en esta situación, que ya se percibe como ‘natural’.

Es que los seres humanos son constructores por naturaleza de nichos, de burbujas, en búsqueda de protección. En esa búsqueda de un escape, quienes pueden hacerlo se recluyen en esferas de vigilancia, espacios habitados donde aparecen cámaras y monitores, placas de exclusión, altas alambradas y vigilancia privada.

Por otro lado, tenemos a los grandes consorcios desarrolladores de vivienda, que gracias a su capacidad financiera adquieren reservas territoriales para la construcción masiva de fraccionamientos. Aquí me refiero a los desarrolladores que arrasan con la selva, que no le perdonan la vida a un árbol porque es más barato edificar así sus conjuntos casi infinitos de casas igualitas. Difícilmente cumplen con el porcentaje de áreas de donación para equipamiento urbano que exige la Ley de Fraccionamientos, ya que es práctica común negociarlas con las autoridades para reducirlas. Y recientemente se ha modificado la ley para dar pie a realizar la compensación de las áreas de donación. Una barbaridad, ya que ahora los promotores pueden compensar la exigencia de las áreas de donación ante el ayuntamiento y el gobierno estatal por medio de “numerario [dinero], o en su caso obras, bienes o servicios por parte de los fraccionadores”. ¿Por qué digo que esto es una barbaridad? Porque, a mi juicio, la salud de una ciudad se mide por la abundancia y calidad de sus espacios públicos y por su movilidad.

La movilidad es un elemento fundamental para la competitividad de las ciudades: determina la forma en que el talento se mueve para realizar sus actividades diarias. Para ello, estas opciones de transporte deben ser seguras, de calidad, accesibles, asequibles, sustentables, innovadoras, convenientes y suficientes. Es decir, cualidades de las que nuestro transporte público carece.

Conclusiones.

Ninguna otra ciudad de Quintana Roo tiene el privilegio de haber sido planeada, lo que hace una enorme diferencia. Nuestra Zona Fundacional es algo muy especial y único, que no sólo debemos valorar y cuidar, sino también inspirarnos en ella.

El FONATUR —su creador— se mantuvo pujante con su vocación original durante unos 25 años. Todavía el Malecón, así como las últimas y bellísimas súpermanzanas que desarrolló en Cancún, son ejemplo de alta calidad en infraestructura. Después, esta importante instancia del gobierno federal, se transformó literalmente en agencia de ventas de bienes raíces dejando enteramente en manos de las instancias municipales y estatales el ulterior “diseño” de nuestra mancha urbana.

El proyecto Cancún resultó tal imán que hoy la “población de apoyo” rebasa el millón. Tres de cada diez habitantes viven en situación de marginación, y para no pocos el traslado a su sitio de trabajo es una epopeya que demora hasta dos horas. Esto es así porque la ciudad crece primordialmente de manera horizontal y avanza caótica sobre la selva, devorándola.

La mancha urbana hoy. Imagen de Google Earth (2022)

Ante los desafíos de esta acelerada expansión, es indispensable buscar nuevas estrategias para reordenar nuestro paisaje urbano. A nuestra ciudad, en definitiva, hay que hacerla más sustentable y más amigable para todos. Necesitamos llenarla de parques —grandes y de bolsillo— crear museos, brindar el equipamiento urbano que permita desplazarse con seguridad y alegría caminando, con el bebé en la carriola, o en silla de ruedas. Son casi inexistentes las rampas en las aceras, así como los bolardos y las cebras peatonales. Nuestras banquetas deberían ser anchas y arboladas pero, lejos de esto, la ciudad se sigue diseñando para el automóvil.

Mientras las opciones de transporte público no sean seguras, de calidad, accesibles, asequibles, sustentables, innovadoras, convenientes y suficientes, nos seguiremos llenando de automóviles ya que —ante la triste oferta de transporte público— cualquiera que tiene opción de adquirir uno, lo hará.

En ciudades como Copenhague, Curitiba, Denver y Hong Kong se ha implementado con éxito el modelo de “Desarrollo Orientado al Transporte”, que incluye estrategias en donde el caminar, el pedalear y el uso del transporte público sean los elementos alrededor de los cuales se genera el desarrollo de las ciudades. Pienso que tienen mucho que enseñarnos.

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Referencias:

FONATUR, (1982), Plan Director de Cancún, Un Desarrollo Turístico en la Costa Turquesa. México: FONATUR.

FONATUR (2010). Fonatur 35 años: Única historia narrada por sus fundadores y protagonistas. Texto de Vega Campos, M. México: FONATUR.