En el centenario de Max Cetto

Publicado en TROPO a la uña (la revista de la Casa del Escritor de Cancún) No.28, ene-feb 2003

“Arquitectura es (…) una construcción en la tierra, entre otras construcciones, agua, árboles, nubes…”.Max Cetto, 19611

Este mes de febrero de 2003 marca el centenario del nacimiento de Max Cetto (sí, mi papá), motivo por el cual no puedo pensar en escribir algo que no constituya un mínimo homenaje al artista que fue. Pensé primero en reproducir una carta2 que dirige un joven arquitecto alemán (o sea, él) al Ministro de Propaganda e Ilustración del Pueblo, el Dr. Goebbels, a quien, tras el fracaso de la frágil República de Weimar y la instauración del nazismo, había sido encomendado el control de la cultura. Escasas fueron en aquel temprano momento las respuestas publicadas por arquitectos alemanes que osaran cuestionar las controvertidas medidas adoptadas por el régimen. La importancia de esta carta se demuestra por la frecuencia en que ha sido publicada parcial o totalmente por historiadores de arquitectura que han intentado interpretar la arquitectura del Tercer Reich.

Pero, es un documento largo y, a mi juicio, inabreviable. Con sus múltiples artículos y conferencias ocurre lo mismo. No encuentro cómo escoger un fragmento. Con su libro3, ni qué decir.

Que una hija pretenda describir el talento del padre es poco habitual porque, vamos, ella no puede evitar instalarse en el terreno de los afectos. Es así que, en aras de la objetividad, y por la calidad del texto del Arq. Enrique de Anda Alanís4, he elegido citar fragmentos de su ensayo donde la protagonista es la casa en la que yo nací, y crecí.5 

Casa de la familia Cetto (Revista Baukunst und Werkform, 1954).

Cito entonces:

        Se trata antes que nada de una obra maestra de la arquitectura mexicana moderna, una pieza única, plena de talento en su ejecución y con méritos estéticos innegables. En segundo término, la construcción es un nicho del tiempo, un sitio en donde se resguardan los recuerdos de la modernidad.

La casa y su origen 

«En algún momento del siglo III d.C. el Xitle, pequeño volcán del sur de la cuenca del Valle de México, hizo erupción y cubrió con lava una muy amplia franja del terreno que hoy en día abarca los territorios de Tlalpan, Coyoacán y San Angel.(…) El paraje formado con el magma del Xitle se cubrió de una vegetación singular, bronca y exótica, plantas que aprovecharon cualquier resquicio de las rocas para anclar breves raíces y después lamer la superficie de la piedra en busca de la luz del sol. Serpientes, coyotes, tlacoaches, conejos, se adaptaron al sitio y aprendieron a convivir con la botánica arisca y espinosa del ´Pedregal´; sólo ellos lo habitaban durante siglos, ya que los pobladores del Valle nunca vieron posibilidades de domesticarlo y hacerlo proclive a la vida humana. Luis Barragán paseó por primera vez por el Pedregal en los años cuarenta y advirtió la posibilidad de un proyecto estético: el hombre podría convivir con el paisaje del Pedregal, tener frente a sí la cordillera del Ajusco y, al fondo y hacia el oriente, a los sempiternos guardianes del Valle: el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl; los problemas de drenaje, agua y traslado ya se resolverían con el apoyo de la nueva tecnología. El predio fue adquirido por Barragán y urbanizado entre 1945 y 1950 para dar lugar al fraccionamiento Jardines del Pedregal; la casa de Max Cetto en la calle del Agua número 130 fue la primera en construirse.

La casa Cetto en 1949. Foto de Max Cetto.

«En 1949, año en que el matrimonio Cetto comienza a vivir en el territorio del Pedregal, el arquitecto cumple diez años de radicar en México. Llegó a México alejándose de la sinrazón fascista que oprimía el centro de Europa; buscaba un sitio que le ofreciera la posibilidad de seguir bruñendo la parte de la utopía funcionalista que él mismo asumió en la Alemania prenazi. Los ojos de Cetto experimentaron la misma impresión que los de los otros artistas europeos y norteamericanos que conocieron el México de la Revolución: los colores, el misterio de la tradición, las texturas de los materiales, la artesanía presente en la vida cotidiana, el humor, la irreverencia ante la muerte, en fin, un nuevo espacio con infinitas posibilidades de inspiración y de motivación promovió que gente como Goeritz y Cetto, Spratling y Remedios Varo, Carrington y Candela, entre otros, decidieran radicar definitivamente en México.

«No sólo la parte benigna del paisaje y el ambiente social los hace decidirse sobre su residencia permanente; también la posibilidad de que su compromiso con la creación artística se enriquezca con la tradición mexicana.

«Max Cetto (1903-1980) se graduó de ingeniero-arquitecto en la Universidad de Berlín en 1925. Hanz Poelzig, el célebre arquitecto alemán propulsor del expresionismo, del uso de la apariencia natural de los materiales y de la visión crítica de la historia, fue su director de tesis; de hecho, Poelzig siembra en la sensibilidad de Cetto los principios arquitectónicos que se harán fecundos años después gracias a las nubes del Pedregal.

«Mientras vive en Alemania, diseña algunos edificios, trabaja con Ernst May en la oficina de urbanismo de la ciudad de Frankfurt, participa en el concurso para el Palacio de las Naciones en 1927 (aquél en el que Le Corbusier fue el gran perdedor…) y asimila la filosofía social de la arquitectura que Walter Gropius había labrado desde el púlpito de la Bauhaus. Años veintes y treintas, las dos décadas heroicas del funcionalismo, los lustros de la ´arquitectura blanca’, de la presencia de la abstracción en los espacios, de las fotografías de arquitectura, en las cuales no aparece el ser humano pero sí los automóviles; lapso en el que priva el concepto de que la arquitectura habrá de redimir a la sociedad moderna a través del análisis de cada metro cuadrado de las áreas que integran sus espacios vitales, para reintegrarlos a las familias, a las comunidades de obreros, a los oficinistas, etcétera, en forma del espacio ideal para vivir. 

«Con estas ideas, con la consigna expresionista de Poelzig y con la nueva noción del ´espíritu del lugar´ que asimiló de Richard Neutra mientras trabajó con él en Los Ángeles en el 38, llegó Cetto a México en 1939 para descubrir el cuarto componente básico de su propia concepción de la arquitectura: ´la fuerza de la tradición aplicada a la mano de obra que participa en la hechura de la arquitectura´.

El lugar de encuentros

«(…) Esta casa es lugar de encuentros. En la mente de Cetto, mientras la imaginaba, fueron presentándose decantados por el paso del tiempo y la experiencia, los mejores postulados funcionalistas, las imágenes de la artesanía mexicana aplicada a la construcción; seguramente también surgieron las sentencias de Poelzig en torno a la vocación expresiva del espacio y al apoyo que para el creador de arquitectura significa la comprensión de la tradición. Todo ello ocurría al mismo tiempo en que una y mil veces recorría el terreno tratando de advertir cuál era la voluntad de ser arquitectónica dentro de una naturaleza que súbitamente se veía confinada por los límites geográficos de una lotificación, pero que seguía significando un universo integrado y heterodoxo.(…)

Estancia de la casa Cetto (Revista Baukunst und Werkform, 1954).

«Al vivir el espacio de la estancia no se puede dejar de advertir la perfecta integración de escala y proporciones. El local está regido por medidas perfectas que propician amplitud sin perder el control visual y tangible de los confinantes. Este magistral manejo métrico de espacio es, sin duda, resultado de la disciplina funcionalista de Cetto.(…)

«Así como las lecciones de Gropius y Le Corbusier se suman para dar forma al espacio, así también la tradición mexicana de texturas y pesos virtuales de materiales está presente en un discurso ponderado y con alto grado de expresividad, en el cual se exaltan valores señalados por el uso práctico y por la posesión afectiva de las sensaciones. Con esto me refiero a que el regionalismo de Cetto ha explorado realmente la  ´manera de hacer las cosas´ en la construcción a través del tiempo, y cuyos ejemplos están a la vista en la producción arquitectónica rural mexicana.(…)

La escalera que conduce al estudio del arquitecto. Foto de Max Cetto.

«La labor de la piedra ocupa un sitio muy particular en todo el contexto de esta obra. Siendo el material preeminente en la zona, la decisión de diseño de Cetto fue utilizarlo simultáneamente como estructura interna y como apariencia de acabado, a través de presentarlo desnudo en muros y en algunos pavimentos. Esto obligó no sólo a la aplicación de un principio de teoría arquitectónica que solicita el uso de materiales regionales en la construcción, sino algo muy importante que surge desde la mente del diseñador: la monocromía blanca con la sombra, adjetivo del funcionalismo, es sustituida; se acaba el dominante blanco con su imposición abstraccionista y aparece el paño de piedra, tibia, histórica, polisimbólica. (…) Por otra parte, si nos referimos a los recuerdos que rodean a la piedra, ¿cuántas no son las imágenes que se alternan y coexisten?

El estudio de Max Cetto.

“Porque de cada una de ellas hay una parte también en el todo de las sensaciones: desde luego, Hans Poelzig y su perfil expresionista, constituido en gran medida por la naturaleza del material; Mathias Goeritz con su minimalismo, sus experiencias expresionistas también desarrolladas en Altamira (…); Luis Barragán y su proyecto ambiental , en donde la misión del arquitecto es construir siempre en torno a un trozo de naturaleza con potencial de ´encantamiento´. Juan O´Gorman también se presenta aportando su visión de la arquitectura orgánica (y dejando que su propia casa de San Jerónimo, vecina de algún modo de ésta, se ofrezca a la vista como su manifiesto plástico). La superficie de piedras de colores que Cetto impuso al plafón de su estudio es testimonio claro de la presencia de O´Gorman, de su integración plástica, de sus lamentos por la manipulación comercial del funcionalismo, de los relieves en piedra de la Ciudad Universitaria, y si hablamos de ella, fácilmente pasa toda entera a través del ojo de la aguja-diseño de Cetto…

La identidad de los ámbitos

 «(…) Éste es el caso de la estancia, en donde el mobiliario se concentra en torno a la chimenea abierta en la base de un muro de piedra que, sensualmente curvado, esculpe el espacio sosteniendo además una imagen simbólica fundamental: el material nativo de la zona, la piedra, sirve para integrar el único elemento arquitectónico de la casa que no coincide con la dominante línea cartesiana. El resto del espacio es solamente el vacío que se forma entre los libreros perimetrales bajo las ventanas y la luz del jardín (portentoso capítulo aparte)5 que, a través de ellas, adjetiva al propio vacío de la estancia. A esto me refiero cuando hablo de perfección magistral en el diseño de esta obra. Pareciera que la estancia mantiene un aroma de ´lugar a la europea´, aroma que además tiene fecha: un sitio del periodo cuarentas y cincuentas; la gráfica de Le Corbusier, los óleos de Cetto y de Mérida en los muros, no hacen sino coincidir por sus temas y aspecto plástico con la evocación de tiempos perseguida y lograda en la construcción.(…) 

       Esta bellísima morada sembrada sobre las rocas –que durante décadas fuera también lugar de encuentro de artistas como Gropius, Wright, Neutra, Rivera, Tamayo, Mérida, O´Gorman, Goeritz, Candela, Westheim, Barragán, Frisch– hoy se mantiene en perfectas condiciones, y fiel a la misión que Max y Catarina le confirieron hace más de medio siglo. 

       Nos hemos ocupado de no modificarla. Es que, de no ser así, ¿de qué manera podríamos permitir que los recuerdos, asociados a las ideas y los gustos para entender y vivir la arquitectura, siguieran surgiendo del sitio?

Carlos Mérida, Walter Gropius y Max Cetto.

Notas:

1.Citado por el Arq. Enrique de Anda Alanís en el ensayo que aquí reproduzco parcialmente.

2.Publicada originalmente en la revista suiza Die Neue Stadt en 1933. Traducida al español por Mariana Frenk Westheim. Se puede consultar en: Dussel Peters, Susanne,  Max Cetto, Universidad Autónoma Metropolitana, 1995, pp. 71-75 

3.Cetto, Max L., Arquitectura moderna en México, Frederick A. Praeger Publishers, New York, 1961

4.De Anda Alanís, Enrique, “La casa Cetto en el Pedregal de San Ángel: aire, rocas,  recuerdos…”, Revista Universidad de México, enero-febrero 1994, Núm.516-517, pp.44-48

5.Como lo precisa en la introducción, el Arq. de Anda dedica su ensayo exclusivamente a la casa, y ofrece sus razones. Quiero agregar que el magnífico jardín –cuya autoría recae en Catarina Cetto– se fusiona plástica y ambientalmente con la casa en la misma medida en que lo hacen los cuadros y el mobiliario. 


Bettina Cetto (México). Cancunense desde hace dieciséis años. Traductora (Programa de Formación de Traductores del Colmex).  M.A. en Economía (New School for Social Research, N.Y.). Publica en diversos medios locales. Madre de dos jovenazos.