El derecho a la arquitectura

Quiero recomendarles un libro1 que lleva por subtítulo el título de mi texto. En él, Fernanda Canales presenta un análisis comparado de 100 proyectos realizados en México desde principios del siglo XX hasta la actualidad. 

Disfruto leer a su autora, siempre aprendo cantidades y me lleva a la reflexión. Ahora, en Vivienda colectiva, el pero es que me he quedado con las ganas de que abundara sobre la Unidad Independencia2, mi proyecto predilecto de vivienda colectiva promovida por el Estado en el área metropolitana. 

Me gusta cómo lleva al lector, que incluso no sea arquitecto o urbanista, como es mi caso —y le anima, por si hiciera falta, con una cita de Novo— por toda la explicación de cómo, en cada momento histórico, este enorme ser vivo que es la ciudad requiere replantearse. De la búsqueda de nuevas soluciones que atiendan, no sólo a las necesidades individuales de vivienda ‘cómoda’ —sí, lo de digna ya está bastante desvirtuado— sino a la construcción de sociedad y de cómo la convivencia que promovían las viviendas colectivas dotadas de amplios espacios abiertos y de esparcimiento, de pronto se ve restringida por razones políticas. De qué fue lo que falló con los ‘palomares’, principalmente con el advenimiento de las políticas neoliberales. El libro no se limita pero se refiere fundamentalmente a la metrópolis Ciudad de México.

Para Cancún, que llega tardíamente a este proceso, los peores enemigos de hacer ciudad son las invasiones de parques públicos y, en sí, la privatización del espacio público, los conjuntos habitacionales cerrados y los “vivienderos”. Por si no se entendiera, estos últimos son los grandes consorcios constructores que, con la venia de las autoridades, se extienden arrasando la selva, no le perdonan la vida a un arbolito pero eso sí, edifican en cantidades industriales minicasitas que de entrada no cuentan en su cercanía con una escuela, un hospital, recintos culturales, parques o transporte público ‘digno’ (aquí sí ya lo de cómodo sería un sueño guajiro). Ni qué decir del costo que implica para un Ayuntamiento extender apropiadamente la urbanización, llevar hasta allá los servicios. La gente que adquiere con grandes esfuerzos su minicasita por allá lejos pronto se ve rodeada por la peor delincuencia, y voltea a mirar con añoranza los tiempos en que rentaba un pequeño depa en el centro de la ciudad.

Ya lo decía Vitruvio en el siglo I a.C.: “Estarán bien situados estos edificios si se atiende ante todo a en qué regiones se construyen,… siendo pues cierto, que según son varias las regiones en sitio respecto al cielo, lo son también en los efectos, y que por ello las gentes son diversas en el ánimo, en la figura de sus cuerpos, y en las demás calidades, no queda duda en que la situación de los edificios debe igualmente adaptarse a las propiedades de las gentes y de las naciones”.

De vuelta al libro, aquí algo sobre su motivación para escribirlo, según lo expresara la propia Fernanda en una entrevista publicada hace meses en Archdaily3: “Este libro surge de estar trabajando el tema de la vivienda desde diferentes ámbitos: uno como arquitecta, tratando de hacer diferentes prototipos útiles que se construyan por parte de desarrolladores inmobiliarios, y ese para mí era un mundo en donde todo era imposible. Cambiar un milímetro a una ventana, mejorar temas de ventilación, de vistas… era muy difícil porque tienen el modelo ya hecho y lo ven como la única alternativa. Para mí era el mundo de lo imposible porque nada se puede cambiar, y no había realmente un deseo de explorar o hacer modificaciones a ese modelo. 

“A partir de proyectos experimentales trabajé también el extremo opuesto, en el mundo de las utopías donde todo es posible. Me ponía a hacer proyectos pensando en qué hacer con las 5 millones de casas que hay abandonadas en México ¿Qué hacer con un modelo obsoleto sin un programa de usos mixtos? Y entre estos dos extremos empecé a trabajar también el mundo de lo real, pensando en qué se ha hecho, quién ha hecho qué, y qué modelos existen que nos pueden ser útiles.”

Me gustan las interrogantes que plantea. Mediante la presentación de los 100 proyectos, su intención me parece muy lograda, pues “mostrar los distintos valores a lo largo del tiempo es cuestionar quién decide cómo vivimos, qué es lo que determina la generosidad de un espacio y de qué otras formas podemos vivir”. Aprecio el cariño que me salta a la vista y la precisión con que se refiere a mi padre. Si bien hay un solo proyecto donde explícitamente tiene coautoría, deja entrever con elegancia que no fue el único.  Cetto diseñó varios edificios en coautoría con Barragán y con Jorge Rubio. También se ve su mano en algunos proyectos de Villagrán, con quien trabajó a su llegada a México.

Yo no sabía que a Villagrán se le considera el padre de la arquitectura moderna mexicana. Para mí es un dato muy significativo. O que al inge Miguel Ángel de Quevedo se le estime como precursor del urbanismo y primer paisajista de nuestro país. Buscaré documentarme mejor sobre él. Para mí era quien nos legó los Viveros de Coyoacán donde mi padre, por cierto, iba diario a correr o caminar en shorts cuando la familia vivía en Coyoacán, hace 70 años, y nadie lo hacía.


Notas:

1.Canales, Fernanda, Vivienda colectiva en México. El derecho a la arquitectura, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2017

2.La Unidad Independencia aparece, por supuesto, como uno de los 100 proyectos. Pero Fernanda nos platica poco de este notable conjunto, con su teatro, cine, impresionantes áreas deportivas, y de su delicada articulación de murales, esculturas y arquitectura. Los espacios jardinados y andadores se trazaron respetando los árboles del sitio que alguna vez perteneciera a la familia Matsumoto, famosos jardineros, dueños de un reconocido invernadero. Todavía hay reminiscencias de ese mundo convertido ahora en un parque con alto y variado arbolado.

3.http://www.archdaily.mx/mx/872405/fernanda-canales-nuestra-participacion-como-arquitectos-no-esta-siendo-util-para-la-socieda=archdailymx=es-mx